Fiorella mantenía a Isabella apretada contra su pecho, su corazón latía tan fuerte que temía que la niña pudiera escucharlo.
Fioerrela recordaba estar con Isabella en la habitación, decidieron salir al jardín y de la nada dos hombres aparecieron, las raptaron, le una venda en los ojos y se las llevaron en un auto.
La puerta se abrió con un chirrido metálico, y en el umbral apareció la silueta femenina que ella reconoció de inmediato.
—¿Tú? —escupió Fiorella con furia al ver a Masha entrar—. ¡¿Qué clase de juego enfermo es este?!
Masha arqueó una ceja con desdén, pero no respondió de inmediato. Tras ella, un hombre alto, de hombros anchos y mirada gélida, cruzó la puerta: Máximo Volkov, su hermano.
Fiorella tragó saliva, apretando más a Isabella, que enterró el rostro en su pecho.
—Están locos si creen que se saldrán con la suya —dijo Fiorella, tratando de mantener firme la voz—. Yo no soy parte de la mafia, y ella —señaló a la niña— es inocente.
Máximo soltó una carcajada corta, sin