GIULIA

Han pasado ya varios días desde aquella noche.

Desde esa noche.

A veces me cuesta mirarlo a los ojos. A veces no quiero otra cosa.

No entiendo lo que me pasa. No sé si es miedo, costumbre, deseo… o una combinación que me está desbordando.

Pero la rutina es como una cortina: lo cubre todo, lo disimula todo.

Ahora soy parte del paisaje de esta casa, y con cada amanecer me convenzo de que seguir adelante es la única opción que tengo. Por Isabella.

Ella se ha acostumbrado a este lugar mucho más rápido que yo. Cada día reconoce nuevas áreas de la casa, camina por el jardín con más confianza, y pasa largas horas con Fiorella aprendiendo sobre flores, plantas, semillas… La oigo reír y siento algo parecido a paz, aunque siempre mezclado con esa punzada de culpa.

Cada mañana desayuno en la misma mesa que ellos. Que él. Aún me resulta incómodo. Los gestos de Claudia, su forma de hacerme sentir invisible. Pero ya no bajo la mirada. Aprendí a sostenerle la suya. Si ella tiene veneno en