Esa tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Ulva regresaba del arroyo cuando se encontró con Fenrir de pie, apoyado en una lanza como bastón. Su figura seguía fuerte, aunque el dolor en su espalda era evidente. La miró con los ojos que una vez le pertenecieron en cuerpo y alma.
—Camina conmigo —dijo él, sin pedir permiso ni suplicar. Ella lo siguió. El silencio entre ellos era espeso, lleno de recuerdos. Cruzaron el bosque hasta llegar al río donde se habían visto por primera vez. Aún estaba el tronco caído, aún el agua reflejaba la luna. Fenrir se sentó y Ulva hizo lo mismo, con la distancia de quien aún no ha decidido si escapar o quedarse.
—No sabes lo que se siente despertar... y sentir que algo que fue tuyo ya no está. Que lo que eras, lo que compartiste, se desvanece. —Ulva cerró los ojos.
—Tú fuiste mi todo, Fenrir, pero me quedé sola. Me perdi en una oscuridad que no escogí. No sabes cuantas veces luche por encontrarte, aun despues que Selene me envió un corazón diciendo q