57. Decision
Mientras Ulva reflexionaba en el monte, el campamento comenzaba a agrietarse por dentro. Los guerreros se dividían en silencio. Algunos miraban a Kaelion con lealtad inquebrantable, otros buscaban la figura solitaria de Fenrir como un viejo líder que había regresado del abismo. Nadie se atrevía a nombrarlo, pero todos sabían: la luna no podía dividirse para siempre. En los susurros de los más viejos, ya se hablaba de presagios, de cambios inevitables y en las miradas de los jóvenes, comenzaba a nacer una tensión callada.
Kaelion mantenía su temple. Patrullaba, entrenaba, organizaba como si nada estuviera fuera de lugar. Pero sus noches eran largas. Dormía poco. Hablaba menos. Las ojeras comenzaban a marcar su rostro, y aunque su voz seguía siendo firme, ya no era tan serena como antes.
Una tarde, mientras reparaba los muros del recinto sur, se le acercó un joven guerrero.
—Mi alfa... ¿Ulva regresará con usted? —Kaelion lo miró, y por primera vez no hubo certeza en su voz:
—Eso solo lo