Katerina busca en el armario una bata corta y fresca, la única que no parece de años antiguos. La había comprado tiempo atrás, cuando el aire acondicionado se dañó y los técnicos de mantenimiento se tardaron varios días en arreglarlo.
Mira la batita blanca de seda varias veces y libra una lucha mental porque teme estar muy expuesta ante Gio, pero, al mismo tiempo, le avergüenza usar esa ropa fea.
La prenda no es muy sensual que digamos, pero por lo menos no le tapa todo el cuerpo ni la hace ver como una abuelita.
Ella respira profundo y se apresura al baño para cambiarse.
Por su parte, Gio se encuentra en el balcón de la habitación; desde que entraron, se dirigió allí en silencio, razón por la cual ella presiente que lo hizo para evadirla, comportamiento que la pone nerviosa y triste.
Un rato más tarde, Katerina se acuesta en la cama, y las ansias de que él venga a su lado se tornan insoportables. Sin embargo, él nunca llega.
A la mañana siguiente, ella abre los ojos soñolienta.
Sient