Katerina no puede evitar mirarlo y quedarse hipnotizada con sus ojos esmeralda. Ahora que lo analiza sin prejuicios, le es posible ver la dulzura en ellos, la transparencia de su alma y lo bello que es su corazón.
¿Cómo se atrevió a pensar que él provenía del mal? ¿Por qué creyó que su encanto era una trampa diabólica que terminaría destruyéndola?
La realidad es que, con él, recordó lo que es la verdadera alegría, una risa libre y con ganas, y la calidez de sentirse especial para alguien.
—¿No vas a comer? —pregunta él al notar que ella no ha probado bocado.
—Sí... —balbucea, mientras juega con el contenido de su plato.
Desea preguntarle tantas cosas, pero la actitud distante e indiferente de él la detiene.
Ella prueba la comida para que Gio no la cuestione, pero el sabor le parece insípido debido a la ansiedad y la tristeza que la consumen.
—Bien... —Gio la mira de soslayo y estudia cada uno de sus movimientos. Le atrae la delicadeza y elegancia que Katerina transmite, su prudencia,