Gustavo se levantó al ver a Valentina acercarse, su rostro mostrando una mezcla de alivio y nerviosismo. Lucía demacrado, con ojeras profundas y una barba incipiente que le daba un aspecto descuidado.
—Valentina... gracias por venir —dijo, su voz ligeramente temblorosa mientras señalaba la silla frente a él.
Valentina tomó asiento sin apartar la mirada de Gustavo. Su expresión era seria, desprovista de cualquier rastro de afecto. —Dijiste que tenías algo importante que decirme. No tengo mucho tiempo.
Gustavo suspiró, pasando una mano por su cabello. —Lo sé. Y agradezco que me des esta oportunidad. Sé que lo que hice fue terrible, imperdonable. Estaba desesperado, Valentina. Estaba perdiendo todo.
—Eso no justifica lo que hiciste —replicó Valentina con firmeza—. Pusiste mi vida en peligro.
—Lo sé —insistió Gustavo—. Y me arrepiento cada segundo. Pero necesito que entiendas que no fui el único detrás de todo esto. Había más personas involucradas. Personas peligrosas.
Valentina entrecerr