Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Valentina, esta vez no por el miedo o la rabia, sino por una profunda angustia y un remordimiento punzante. Richard, desconcertado por su repentino llanto, la abrazó con fuerza, acariciando su cabello.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿Qué te sucede? —preguntó Richard con voz suave, su preocupación palpable.
Valentina se aferró a él, sollozando contra su pecho. —Tengo un problema... un problema muy grave, Richard. ¿Por qué...? ¿Por qué acepté a una persona como Gustavo en mi vida? ¿Por qué me dejé engañar por él tantas veces? ¡Casi te pierdo! ¡Casi destruyo lo que tenemos por mi culpa!
Sus palabras eran entrecortadas por el llanto, la culpa la ahogaba. Se separó un poco para mirarlo a los ojos, las lágrimas resbalando por sus mejillas.
—¿Qué me pasa, Richard? ¿Por qué fui tan ciega? ¿Por qué permití que ese hombre se interpusiera entre nosotros? No merezco tu amor... después de todo esto...
Diciendo estas palabras, se aferró a él nuevamente