Inicio / Romance / El eco de tus mentiras / Capitulo 1: La primera nota
El eco de tus mentiras
El eco de tus mentiras
Por: Goretr18
Capitulo 1: La primera nota

El espejo no mentía.

Lo miré de reojo mientras me deslizaba el lápiz labial rojo en los labios, intentando convencerme de que todo estaba bien, de que era solo cansancio, rutina, o tal vez las largas noches en las que Julián llegaba tarde a casa, diciendo que había tenido reuniones imprevistas.

Pero la mujer reflejada allí parecía otra: sus ojos estaban cargados de dudas, sus manos temblaban apenas al sostener el tubo de maquillaje y, en lo más profundo, un presentimiento incómodo se aferraba a su pecho.

Sacudí la cabeza, como quien espanta un mal pensamiento, y tomé mi bolso. Tenía que llegar al trabajo antes de las nueve. Julián ya se había ido desde temprano, impecable en su traje azul marino, dejándome un beso rápido en la frente y ese aroma caro de su loción que tanto me gustaba. Siempre tan perfecto. Siempre tan intachable.

Al salir del estacionamiento del edificio, lo vi.

Un sobre blanco, doblado y sujetado bajo el limpiaparabrisas de mi coche.

Fruncí el ceño. No recordaba haber dejado nada allí. Miré alrededor con desconfianza, pero la calle estaba vacía, apenas unos perros ladraban a lo lejos. Con el corazón acelerado, lo tomé entre mis manos. No tenía remitente, ni dirección. Solo letras recortadas de una revista, pegadas de forma irregular sobre la hoja:

“Él no es quien dice ser. Y tú tampoco.”

Sentí cómo la sangre se me helaba en las venas.

El papel cayó al suelo, resbalando sobre la punta de mis tacones.

¿Quién podía escribir algo así? ¿Quién sabía?

Recogí la nota con torpeza, doblándola una y otra vez como si pudiera deshacer las palabras. Traté de convencerme de que era una broma de mal gusto, tal vez un vecino aburrido o un adolescente travieso. Pero dentro de mí lo sabía: esas frases tenían un peso demasiado personal, demasiado certero para ser una casualidad.

Encendí el coche, pero mis manos no dejaban de sudar. Todo el camino al trabajo, las palabras me taladraron la mente.

Él no es quien dice ser.

¿De qué hablaban? ¿De Julián? ¿De ese esposo que parecía hecho a la medida, que todos admiraban por su éxito y su carisma?

¿O se referían a mí?

Tragué saliva. Había cosas de mi pasado que nunca había compartido con nadie. Ni siquiera con él. Secretos que había enterrado con tanto esfuerzo, convencida de que el tiempo podía silenciarlos.

Al llegar a la oficina, saludé a mis compañeros con la sonrisa más convincente que pude fabricar. Nadie notó mi desasosiego. Eso me dio un respiro… hasta que, en medio de la tarde, el celular vibró sobre mi escritorio. Un número desconocido. Dudé en contestar, pero el instinto pudo más.

—¿Hola? —susurré, esperando oír una voz.

Silencio.

Un silencio pesado, cargado de intenciones, como si alguien respirara al otro lado de la línea.

—¿Quién es? —pregunté, con la garganta seca.

Clic.

La llamada se cortó.

Un escalofrío recorrió mi espalda. No podía ser coincidencia. No después de la nota. No después de esas palabras que todavía ardían en mi cabeza.

Me recargué en la silla, cerrando los ojos, intentando ordenar mis pensamientos. Tal vez debía contárselo a Julián… pero algo me lo impidió.

¿Qué pasaría si la advertencia era cierta? ¿Qué pasaría si él ocultaba algo?

No. No podía arriesgarme todavía.

Esa noche, cuando llegué a casa, Julián ya estaba allí. Me esperaba en la cocina, preparando la cena como si nada hubiera ocurrido. Su sonrisa era cálida, sus movimientos precisos, como siempre. Un esposo perfecto.

—Amor, ¿cómo estuvo tu día? —preguntó, acercándose para besarme la mejilla.

Lo miré.

Por primera vez en años, lo miré de verdad. Y me di cuenta de algo: detrás de esos ojos color miel, había un destello que nunca antes había notado. Un brillo extraño, indescifrable.

Tragué saliva y fingí una sonrisa.

—Bien… —mentí.

Mientras él servía la pasta en la mesa, yo mantenía la nota oculta en mi bolso, ardiendo contra mi costado como una bomba a punto de estallar.

No sabía si temer más por lo que él me ocultaba… o por lo que alguien había descubierto de mí.

Y entonces lo entendí: ese era apenas el inicio.

“Las mentiras tienen eco… y el mío acababa de comenzar a gritar.”

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP