Mundo de ficçãoIniciar sessãoRod volvió a leer el papel por quinta vez en lo que el reloj marcaba la hora. Era algo sobre hacer un hotel exclusivo para cambiaformas en la zona boscosa de la ciudad vecina y como un pequeño grupo de humanos lo estaba haciendo difícil.
Pero la verdad sea dicha, Rod no tenía su mente metida en eso. Él estaba perdiendo su m****a. Nuevamente. Una semana. Había pasado una semana desde que Imara Selwyn tocó las puertas de su manada y revolucionó su vida. Su compañera finalmente había llegado llegado y desaparecido como un maldito deseo fugas que no estaba destinado a cumplirse. «Salgamos a buscarla» gruñó Koa. ¿Y dónde se supone que la encontrarían? Imara era una bruja, no una loba. Si bien para Rod olía de mil maneras deliciosas que otro cambiaformas nunca podría entender u olfatear por su cuenta, seguían siendo diferentes. Rod podría rastrear su aroma hasta las limitaciones de su propiedad. De Moon Valley. De ahí en adelante, estaba por su cuenta. «Un mago. Busquemos un mago» «No conozco ninguno» musitó Rod a la desesperación de Koa, viendo como el lobo golpeaba lo que suponía era el suelo con las patas. «Podemos secuestrar uno» Rod cerró los ojos y exhaló con cansancio. Su lobo no estaba ayudando. El tipo estaba más irritable un grano en medio de la frente de una quinceañera en día de fiesta. Koa estaba volviendo a Rod un culo insoportable al que no se podía mirar demasiado sin que quisiera saltar a la yugular de cualquiera de los miembros de la manada. La manija de la puerta giró y Rod no levantó la vista. Era Brad, con un montón de papeles para entregar. —Aquí tienes —El bulto se sumó a la ya enorme montaña y el beta dió media vuelta, listo para irse. Las cosas entre ellos habían estado tensas. Rod lo había atacado y jodido la relación de confianza entre ambos hace tres días. Una vez más. No era la primera vez y no sería la última. «Él se lo buscó» Y Koa tenía razón. Brad había puesto su paciencia al límite y Rod reaccionado en consecuencia. La naturaleza de un alfa era comúnmente agresiva, competitiva y territorial, algo que compartían en común al nacer ambos como tal. Podía sonar como un idiota, pero Brad y él se estarían molestando y matando hasta el día en que murieran. Fin de la historia. «Sigue siendo nuestro hermano, Koa» Y Koa gruñó. Si pudiera habría resoplado y rodado los ojos. Pero solo movió su cabeza peluda, muy cansado de la lengua idiota de Brad y desapareció en algún punto de su mente. —Brad, ¿podemos hablar? —¿Con el alfa? Claro. Y ahí estaba la línea. Rod intentó no darle importancia y esperó a que Brad se acomodara. —Necesitamos resolver esto —Brad rodó los ojos y se levantó—. Sientate —pero él no hizo caso—. Es una orden. —No voy a hablar con mi hermano. —Así es, es tu alfa quien lo ordena. Brad giró y lo observó en silencio, su lobo estaba ahí, listo para desafiarlo y sometido por su juramento. —Bien, ¿qué necesitas? —Arreglar esto —Rod apoyó los brazos en el buró con rostro serio—. Eres mi beta, mi mano derecha. No puedo permitir que haya una brecha entre nosotros. No funciona para la manda. —Mi deber sigue intacto. —No estoy hablando de tu deber, Brad. —Entonces no hay más que hablar, Rod —El chico miró a un lado y apretó los labios—. Me atacaste. Rod rodó los ojos. Oh drama, ven a mí. —Tú me provocaste. —¡No es cierto! —Oh, pero sí que lo era—. Solo te dije la verdad y perdiste la cabeza. —¡Ofendiste a mi mate! —¡Tu mate se fue hace una semana Rod! Ella no va a regresar ¡Jamás! Brad estaba fuera de su piel, tan jodidamente molesto que Rod no entendía de todo el porqué. «Pero sí lo haces» susurró Koa. «Él la odia» «No tiene porqué» «Pero aún así» —Esa bruja te jugó algún truco de m****a y se fue. ¡Entiéndelo! Las garras de Rod mordieron la carne de sus manos y el animal se asomó en sus ojos. Para un cambiaformas no había nada más importante que su mate. No es que Rod tenga mucho conocimiento al respecto, pero sabía que eran sagrados y debían ser venerados como tal. Cuando encontrabas al tuyo todo era nada en comparación. Cosas banales como la raza, el sexo o la especie era minúsculas partículas de polvo en el vasto paraíso que era encontrar a tu otra mitad perfecta. La suya era una bruja con un humor raro y un olor delicioso que lo besó como quiso y se fue. «Pero regresará» dijo Koa y él asintió. Ella lo prometió. Eran mates y eso tenía que valer alguna maldita cosa. —Ella volverá. Brad lo observó como si el fuera demasiado estúpido. —Siete días, Rod. ¿Dónde está? —Algo tuvo que haber pasado —él se dejó caer en el asiento—. Ya volverá. Sé que no lo entiendes y está bien, pero cuando llegue tu momento todo será más claro en tu cabeza. —Dios me libre. Había diversión en la voz de Brad, también un poco de desagrado pero muy en el fondo, había más. Cosas que solo el propio chico y Rod eran capaces de ver. Nadie adora la soledad, es una mentira que nos decimos a nosotros mismos para sobrevivir al dolor. Tampoco dejamos de creer, esa es otra falacia inventada para protegernos de la decepción. —Ella es mi otra mitad, Brad. Rod sonrió. Era mueca tan tonta y suave que su hermano se quedó perplejo. —Mi lobo la quiere y yo también. No voy a olvidar que apareció en mi vida porque se retrasó un par de días cuando la he esperado por años. —Entonces eres más tonto de lo que creí. «Muerdelo. Dejame salir, voy a morderlo» Rod negó mentalmente. Koa todo quería resolverlo así. Mordiendo. —Solo cállate —señaló a Brad con los dientes apretados—. O te arrancaré la maldita garganta. —¡Es una bruja! —¡Y me importa una m****a! —Rod se levantó, rodeó el buró y lo cogió por el cuello de la camisa—. Estás siendo un idiota al respecto y no voy a tolerarlo por más tiempo, Brad. —Alfa... —un hombre delgado y de ojos rasgados apareció en la puerta—. Tiene que venir. Es importante. Rod miró a Brad una vez más, dejándolo ir con un gruñido. —¿Qué...? El cuerpo de Rod se tensó por un segundo, sus fosas nasales se expandieron y sus instintos vibraron bajo su piel humana. Él giró lentamente hacia la puerta. —Alex, ¿porqué hueles como mi compañera? Rod caminó más cerca, sus ojos eran como dos fosos venenosos e infernales listos para tragar al pobre hombre. —¿Por qué hueles a su sangre?






