Sangre, tierra y lluvia empapaba la piel del lobo. Las patas se arrastraban por el suelo y de su garganta reverberaba un gruñido. Los ojos brillaban en un verde esmeralda tan profundo como el abismo en que se había convertido la vida de toda la manada. El viento fluía desde el norte, trayendo consigo la lluvia y los truenos que parecían anunciar la guerra. Él lo sabía, que este era el momento exacto por el que tanto había esperado; con el que había soñado día tras día los últimos tres años. Cuando era castigado, soñaba con este momento. Cuando veía a su madre llorar, él soñaba con este momento. Cuando su hermano temblaba de miedo bajo las patas del líder, solo podía soñar con este momento. Ahora, él ya no necesitaba de los sueños y deseos. Él podía hacerlo realidad. Derramar sangre y cobrar cada falta. Darle a su lobo su tan ansiada venganza. «Vamos, cachorro. Tú querías esto,» La voz de Tristán resonó en su cabeza, burlona y maliciosa como todos estos años de dolor y pena, ence
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