Romy, hija de una de las dos familias más poderosas de Verona, regresa a la ciudad que la vio nacer después de terminar la universidad con la intención de tomar un año sabático antes de hacerse de un empleo. Al llegar descubre que la situación que vive su familia no es del todo favorable, ya que hay disturbios y caos ocasionados por la familia Carusso. Romy quiere averiguar que es lo que ha incitado el pleito en esta ocasión, descubriendo que no es la única que desea terminar con el conflicto. Julius es el hijo del enemigo de su padre, un Carusso, pero él jura que sus intenciones son más que buenas, él busca unificar ambas familias antes de que el conflicto termine en una tragedia. Mensajes secretos y encuentros a escondidas terminan por enamorarlos tal como si fueran Romeo y Julieta, una pareja que murió por amor y la cual puede estar bastante conectada a Romy y Julius, solo que no saben si su destino será igual o peor que el de ellos.
Leer más“... En la hermosa Verona, donde aconteció una tragedia, dos familias rivales igualmente poderosas habían derramado, por sus odios mutuos, mucha inculpada sangre...”
—¡Romy!—escucho una voz familiar. Al bajar del auto una figura femenina se aproxima a mi mientras mantiene una sonrisa en sus labios rosados.
—¿Vittoria?—manifiesto incrédula. La ultima vez que la vi fue hace mas de un año durante el verano cuando coincidimos en la arena de Verona.
Me abraza envolviendo sus delgados brazos en mi cuerpo, cierro los ojos un instante y hago lo mismo. Percibo el aroma de su perfume, tiene un ligero aroma a lavanda, lo cual me sorprende, después de tantos años sigue usando el mismo perfume.
—¿Como supiste que volvería?—me animo a preguntar una vez que nos separamos, la miro de arriba abajo para averiguar que cambios ha sufrido y de los que no me he enterado.
Su cabello rubio que antes le había negado el privilegio de crecer, hoy lo tiene bastante largo, podría jurar que casi a media espalda. Lo ha trenzado en forma de diadema y por lo que logro ver también ha adelgazado bastante.
Lleva puesto un vestido verde pastel, que ha combinado con un bolso y unas zapatillas de un rosa coral y que decir de su maquillaje, el cual la hace lucir alegre y fresca. Se ve encantadora.
—Un pajarito me lo dijo—esboza una sonrisa y vuelve la mirada hacia atrás, donde se encuentra mi padre, así que deduzco que fue él quien le dijo cuando claramente le pedí ser discreto.
En mis labios se dibuja un gesto que demuestra cuan alegre me siento de volver y de ver a mis seres queridos. Me alejo de Vittoria y camino hacia mi padre quien extiende los brazos cuando me aproximo y me abraza.
—Mi niña—dice con cariño, me alejo un poco de él para observarlo mejor.
Su cabello que antes era negro azabache hoy tiene algunas lineas blancas que lo opacan, su bigote que antes era corto hoy es abundante y rebelde, pero aunque parece que bastantes cosas han cambiado, quiero pensar que de alguna forma siguen siendo las mismas personas que deje hace algunos años atrás.
—¿Que tal el viaje?—él también me examina, la ultima vez que lo vi fue hace seis meses, en navidad, debido a la universidad, solo puedo venir dos veces al año, pero desde aquel entonces mi cabello castaño ha crecido un poco.
—Excelente, papá—acepto, el viaje en tren es bastante suave, lo incomodo es cuando este termina y debo levantarme de mi asiento en el que he estado sentada por mas de seis horas.
—Me alegra mucho, querida. ¿Que tal si entramos a la casa?—hace una señal para que los sirvientes saquen mis pertenencias del maletero y quizás, la suban a mi vieja habitación. Vittoria se acerca a nosotros y mi padre nos escolta al interior.
Subimos las escaleras hacia la entrada principal, esta casa siempre me ha parecido bellísima, pero bastante grande, aunque si mal no recuerdo, la primera vez que pensé en ello fue el día en que mi madre murió.
Finalmente entramos por el gran portón de madera, mi padre solía presumir que esa puerta era la original que había estado en la antigua casona, por supuesto hace mucho tiempo atrás, antes siquiera de que mis abuelos nacieran, antes de que, según lo que mi padre suele mencionar, que mi familia emigrara de Verona a Milan.
Había sido, durante los años 20´s que mi familia tomo la iniciativa de retornar a su ciudad de origen y se instalo aqui, en la bella villa de Lungadige a las orillas del rio Adige, desde aquí se puede apreciar parte de los jardines que alguna vez pertenecieron al palacio Giusti y tambien la cúpula del santuario de la Madonna di Lourdes. Desde aquí se puede observar toda Verona.
Al ingresar, el personal de la casa, que se encuentra formado en una fila inclina levemente la cabeza al verme, luego cada uno de ellos, los que recuerdo y sé que convivieron conmigo desde que era tan solo una bebé, me dedican una sonrisa.
—Signorina, Romy—me saludan, las mas viejas, las que alguna vez fungieron el papel de niñera cuando las mias no sabian como controlarme, me interceptan para darme un abrazo. Es bueno regresar a casa.
—Buorgiono—les respondo e incluso me atrevo a darles un beso, pero no me quedo con ellos, debido a que mi padre y Vittoria esperan por mi, sera en otra ocasión.
Instintivamente alzo la mirada justo hacia las escaleras en donde se puede contemplar el retrato de una joven mujer a la que me parezco bastante, mi madre.
Me detengo tan solo un segundo, ese retrato lo he visto mil y un veces en mi vida, pero cada vez que lo veo es como si ella me diera la bienvenida con una alegre sonrisa.
Vittoria me toma de la mano, quizás en un intento de llevarme con ella para evitar alguna otra distracción. Me dedica una sonrisa y ambas caminamos siguiendo la alta figura de mi padre.
Seguimos por el pasillo para llegar hasta el comedor, donde extrañamente me da la bienvenida un pequeño pastel decorado con diferentes tipos de frutas, este tiene un pequeño banderin que esta sujetado por dos palillos de madera, el cual dice:
«Bienvenida a casa, Romy»
Me vuelvo hacia mi padre y Vittoria, ambos me dedican una sonrisa y debido a su sorpresa me veo obligada a agradecer su bienvenida, quizás no sea lo mas ostentoso, pero aprecio mas la compañía de aquellos que me aman.
—Gracias por esto—le digo a mi padre agradecida por tan bonito gesto, ciertamente no esperaba algo como esto, después de que murió mamá, ya no hubo alegría en esta casa, es extraño que después de tanto tiempo él desee celebrar algo.
—Perdona que no fuera una gran fiesta—menciona como si a mi me importara los lujos y aunque viví rodeada por ellos, las cosas materiales nunca me han interesado tanto.
—Pero por eso estoy yo aquí para alegrarte la tarde—manifiesta Vittoria recordándonos que ella sigue presente—¿Que te parece si después de comer una rebanada de pastel, vamos a la Piazza delle Erbe?
—Pero, yo esperaba descansar el resto del día. ¿Que te parece si vamos mañana?—le sugiero, pero Vittoria frunce el ceño en señal de desaprobacion.
—No, no, no, no—protesta y niega con la cabeza—yo ya hice planes para salir, ademas solo sera un rato. ¿Hace cuanto que no nos vemos, Romy?
Medito su propuesta, es cierto que hace tanto que no salimos, necesitamos ponernos al dia de todos y aunque me siento un tanto cansada por el viaje, tambien quiero distraerme un rato.
—De acuerdo—acepto—pero por favor que no sea a ninguna discoteca o algo por el estilo.
—¿Discoteca?—cuestiona frunciendo el ceño, un tanto desconcertada—¿Romy, eso es lo que hacias en Roma?
Se echa a reír mientras mi padre toma asiento, aunque parece estar atento a la conversación.
—No, claro que no—revelo, aunque dudo que Vittoria me crea. Me reuno con ellos y me siento al lado de la silla de mi padre a la vez que mi querida prima y amiga se sienta frente a mi.
Vittoria me habla un poco sobre Verona y lo que ha hecho desde que termino la universidad. Su voz es clara y agradable. Mientras ella habla, mi padre escucha y yo corto tres rebanadas de pastel, una para cada uno.
Mi amiga elige el plato que tiene una cereza encima, lo que me trae a la memoria, aquellas fiestas de cumpleaños en las que solíamos pelear por la cereza sin importar de quien fuese el cumpleaños.
Después de una hora de charla, mi padre, aburrido por la conversación de Vittoria se levanta de la mesa.
—¿Ya te vas?—pregunto un tanto afligida, pero después de esta conversación en la que Vittoria ha sido la única persona en hablar, imagino que debe estar cansado de su voz, no es fácil convivir con ella, sobretodo cuando no sabes ser paciente.
—Me temo que si, mi querida Romy—me dice algo apenado—quise cancelar todos mis pendientes, pero hoy debo ir a las bodegas hacer una inspección y si no la hago, el producto no saldrá en el embarque de mañana en la noche.
—No te preocupes—lo consuelo, sé muy bien que su trabajo y sus trabajadores han sido siempre su lugar seguro—nos vemos en la noche.
Mi padre parte enseguida y una vez solas, le dirijo una mirada de desaprobación a mi amiga.
—¿Porque lo has aburrido de esa forma?—le reclamo mientras me llevo un pedazo de pastel a los labios.
—Porque de otra forma no podríamos hablar tranquilamente—justifica aceptando que ha sacado temas demasiado irrelevantes como para hablar con un hombre, sobre todo mi padre quien hace mucho que no escucha remilgos femeninos.
—Te escucho—digo no muy conforme, pero si lo suficientemente curiosa como para escucharla.
—Habrá una fiesta de mascaras mañana por la noche—revela satisfecha, ahora entiendo el porque de su insistencia por ir a la plaza de Verona esta misma tarde— debemos ir disfrazadas, al estilo de carnaval de venecia, aunque no precisamente con disfraces extravagantes, pero al menos debemos conseguir un vestido sofisticado y un antifaz.
—¿Estas invitándome o solo quieres que te ayude a buscar un disfraz para ti?—cuestiono un tanto confundida.
—No seas tonta, claro que te estoy invitando—dice arrojándome su servilleta de tela como escarmiento— ¿Como podría ir sola a ese tipo de fiestas?
Su actitud me roba una carcajada.
—Ibas a ir, hubiese o no regresado estos días—le reclamo, desde que eramos adolescentes ella solía abandonarme en las fiestas y aunque siempre eran lo mismo, Vittoria sabia como persuadirme.
—Por supuesto que no—dice cruzándose de brazos —pero ahora que tengo una acompañante con quien asistir, no creo que mi mamá me prohiba salir.
—¿Veintidós años y aun pidiendo permisos?—me burlo de ella.
—Por favor, tu también haces lo mismo—responde obligándome a recordar momentos vergonzosos de nuestra adolescencia. Ambas no reímos de ello, pero aunque es divertido mencionarlo, no es del todo gracioso, sobretodo por la situación de nuestra familia.
—¿Y? ¿Te interesa?
La verdad, no me interesa en lo absoluto, pero sé perfectamente que de negarme ahora, Vittoria volverá a insistir hasta colmarme la paciencia y prefiero evitar todo el martirio antes de que ocurra.
—Supongo que no tengo otra opción ¿Verdad?
Vittoria esboza una sonrisa y da pequeños brinquitos de felicidad en su lugar.
—¿Donde sera la fiesta?—digo fingiendo un poco de interés, entonces me llevo un poco de pastel a la boca, el sabor dulce baila en mis papilas gustativas—¿La ofrece alguien que conocemos?
Vittoria se lleva la mano al mentón, como si dudara en decirme. Lo primero que pienso es que tal vez se trata de algun ex novio o algo parecido, pero aquellos chicos que antes me fascinaban hoy supongo que ya no me importa ni me interesa recordar lo que sucedio en el pasado.
—Veras...—menciona con voz nerviosa—es del otro lado de la ciudad.
Entrecierro los ojos y devuelvo el pequeño tenedor al pastel mientras trato de comprender sus palabras.
—¿Del otro lado de la ciudad?—insisto en confirmar la respuesta. Ella asiente nerviosa mientras se lleva un pedazo gigante de pastel para taparse la boca— Vittoria, sabes que no podemos ir para allá. ¿Acaso no lo recuerdas?
—Te escuchas como mi madre cuando lo mencionas de esa forma—expresa con cierto tono de queja.
—Puede que si, pero tengo razones para sonar como tu madre, ir alla puede ser peligroso...
—¿Peligroso para quien?—me interrumpe una vez que logra pasarse todo el bocado— esta lucha absurda es de nuestros padres, no nuestra. He cruzado allá desde hace un año y jamas me ha ocurrido nada.
—El hecho de que no te haya ocurrido nada no quiere decir que no sea peligroso. Tu muy bien lo dijiste, esta lucha es de nuestros padres y por lo tanto si te hacen daño no sera por ti sino para dañar a mi tia y con ello a mi padre también—me atrevo a sermonearle, pero Vittoria me mira como una chiquilla que quiere hacer oidos sordos a mis palabras.
—Crei que te sentirías sola estando aquí—manifiesta alzando levemente los hombros, no sabría decir si apenado o simplemente es su forma de expresarse. Él comienza a caminar hacia mí y yo doy un par de pasos atrás cuando está a tan solo dos metros de distancia.—Tal vez, pero créeme que la soledad no era tan mala hasta que llegaste—declaro cruzándome de brazos y desviando la mirada. No creo que sea tan difícil que se dé cuenta de que no lo quiero ni ver y mucho menos cerca.—Sé que estás enfadada conmigo por lo que paso, pero hice lo que crei era lo correcto para protegerte—declara y enseguida lo escucho suspirar.—Alessandro, desde que te conozco, aceptaste sin juzgarme el proceder de mi familia y yo te aprecie porque nunca te involucraste de ninguna forma hasta ahora. ¿Por qué? ¿Por qué me traicionaste de esta forma? ¿Por qué traicionaste la memoria de Vittoria?—¿La memoria de Vittoria?—repite alzando la mirada hacia mí, así que deduzco enseguida que él no sabía que mi prima estaba
Cuando la camioneta se detiene, me animo a ver a través de la ventanilla y lo que observó, me deja un tanto desconcertada. Se trata de una villa campestre, no tan grande ni ostentosa como lo es la casa principal, pero aun así, al ver el escudo de mi familia sobre la reja, sé que este lugar será igual que una jaula de oro.No me molesto en bajar mi propio equipaje, porque sé que hay gente que lo hace por mi. Así que solo me dedico a observar mi entorno mientras el equipo de seguridad se encarga de llevar mis cosas adentro. Camino sin un rumbo fijo sintiéndome atrapada y sin saber que hacer para impedir qué mi familia cometa alguna tontería en contra de Julius.Observó las rosas rojas qué también cubren la mayor parte del jardín delantero del lugar, trato qué mis pensamientos se pierdan entre sus pétalos para tratar de ignorar todas mis angustias, pero mientras lo hago, escucho un par de pasos qué sé aproximan hacia mi. —Mientras estes aquí no puedes dejarte ver, así que lo mejor es qu
Tomo la fotografía de Vittoria entre mis manos para llevarme algo de ella conmigo. Son las seis de la mañana, los rayos del sol, recién comienzan a acariciar la bella ciudad de Verona, pero al volver la mirada hacia mi habitación, observo un sitio vacío donde la mayoría de mis cosas han sido empacadas y bajadas a un camión de mudanzas para llevarme lejos de mi ciudad natal, lejos de lo que conozco y por supuesto, lejos de mi esposo.—Signorina, Romy—escucho la voz de mi nana que me llama, pero en su voz descubro cierto cansancio, más no como el de alguien que reciente el levantarse tan temprano, sino el de alguien que sufre tristeza y melancolía, tal vez por verme partir de esta manera, para protegerme, según las palabras de mi padre y de la tía Marcella. Aún tengo presente su amenaza, la misma que no me ha permitido tomar mi teléfono para escribirle a Julius lo que está pasando, pienso que si lo hago, él vendrá aquí sin importarle su propia seguridad, poniendo su vida en riesgo solo
—Ojalá hubiese traído a Vittoria a este sitio antes—se lamenta y su voz hace eco en el recinto causando qué rememore a mi querida prima.—¿Por qué lo dices?—digo sin apartar la mirada de aquel nombre qué he escuchado muchas veces en obras de teatro o en vendedores qué quieren venderles souvenirs a los turistas, pero saber que ese joven realmente existió y que aún peor, formó parte de mi familia suena irreal, casi como un cuento de hadas.—Por qué al igual que Romeo, yo también tuve un amor qué termino en tragedia—advierte y solo entonces vuelvo la mirada hacia ella, solo que ahora está a un lado mío.—¿Un amor?—digo con cierta tristeza mientras recuerdo a Julius y por supuesto, la tragedia de Romeo y Julieta. Se dice que esa historia a pesar de su final es la más romántica de todas, pero yo no logro concebir en mi cabeza como es que esa pareja permitió qué su amor terminará así y tampoco puedo imaginarme qué mi historia con Julius termine de la misma forma.—De joven conocí a un hombr
La tía Marcella camina hasta el exterior de la casa, donde se encuentra estacionado su auto. La sigo sin protestar ni hacer ningún reproche. ¿Cómo podría? Al llegar, intercambia algunas palabras con su chofer que no logro escuchar cuando me aproximo a ellos, pero él asiente con la cabeza y le entrega las llaves para después alejarse. —Entra—me ordena mientras entra al asiento del piloto, por supuesto miro a mi alrededor y sobre todo a la casa, esperando que lo que mi tía está haciendo no moleste aún más a mi padre, ya que, se supone que debería estar en mi habitación, no saliendo una vez más al exterior. Me muevo rápidamente al otro lado del auto, entro por la puerta del copiloto y una vez que me coloco el cinturón de seguridad, ella comienza a conducir, al principio en una velocidad media mientras cruzamos la reja principal y donde la seguridad de mi casa ha aumentado considerablemente. Una vez que nos dejan pasar, ella aumenta la velocidad y durante el trayecto a donde sea que des
Mientras camino por las calles vacias de Verona, percibo algo que ata mi dedo, asi que lo levanto y al observarlo con detenimiento, veo el anillo, aquel simbolo que Julius me dio como muestra de nuestro enlace matrimonial.Mis mejillas se ruborizan y por alguna extraña razon, siento verguenza por la situacion y me pregunto si realmente abre tomado la desicion correcta. Todo parece un sueño, no solo por la muerte de Vittoria, sino tambien por haberme casado con Julius de forma tan apresurada, sin pensar mas en las consecuencias que esto tendra si alguien se entera. ¿De verdad el cumplira su promesa?Cuando finalmente cruzo al territorio de los Montteci me siento un poco mas segura, pero en cierto momento estando tan concentrada en mis pensamientos auto inflingidos, escucho el motor de un auto aproximarse. Sabiendo que los empleados de mi padre podian estar vigilando la zona por precaucion, por instinto me detengo e incluso me giro para saber quienes son, aunque por supuesto tengo que t
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