Romeo Scavo.
Sonreí recordando su rostro pálido asomado a mi puerta, sabía que era una chica buena, muy joven, además, y sí, lo más probable es que fuera virgen.
Volví a negar con la cabeza, no podía pensar en esas cosas, no podía pensar en ella de esa manera, pero lo hacía, no dejaba de hacerlo.
Tocaron a mi puerta de nuevo, no estaba acostumbrado a esas interrupciones, si es ella no me molesta, pensé con picardía.
—¡Adelante! —grité.
—No alcanzo —dijo mi hija, sonreí al oírla, nunca se atrevía a ir a mi despacho, había sido grosero con ella antes por molestarme mientras trabajaba.
Me levanté y caminé con paciencia hacia la puerta, abrí, sonrió alzando su rostro.
—Papá, buenos días.
—Buenos días, Ximena, ¿necesitas algo?
—¿Los hermanos de Caroline van a venir?
—Sí, ahora regresarán de la escuela, vendrán directamente para acá.
—¿Puedo mostrarle a Caroline lo que le voy a regalar a sus hermanos?
—Ella debe trabajar, no deberías molestarla.
—Papá, ya no tengo pesadillas, duermo bien.
—