La tarde se había despedido con un resplandor dorado sobre las torres del castillo, pero el cielo, caprichoso, comenzó a cubrirse con nubes densas apenas el equipo guardó el último utensilio.
Una brisa helada anunció lo inevitable: el agua comenzó a caer en gruesas gotas sobre el patio del castillo, y en cuestión de minutos, una tormenta intensa los envolvió.
El sonido de la lluvia golpeando los cristales del transporte los obligó a detener el regreso. La carretera a Londres estaba completamente bloqueada por el temporal. Ariel, siempre práctica, fue la primera en reaccionar.
—No arriesgaremos a nadie con este clima. Reservé habitaciones en el hotel frente al río. Es el más cercano.
Ethan soltó un silbido divertido.
—¿Hotel? Bueno, al menos tendremos comida caliente y techo.
Violeta, que aún temblaba un poco por el susto del día, asintió agradecida. Liam, en silencio, le tendió su chaqueta sin decir palabra. El gesto fue simple, pero bastó para que ella sintiera un calor que nada tení