El ambiente dentro de la oficina se volvió denso apenas Tonia Rothwell abrió la boca. Sus palabras eran tan finas como cortantes, y Violeta tenía la incómoda sensación de estar siendo analizada como un experimento.
—Bueno, Liam —dijo Tonia, cruzando los brazos con una sonrisa falsa—, debo admitir que tienes buen gusto… aunque, claro, los gustos cambian con el tiempo.
Violeta se mantuvo firme, aunque sintió el calor subirle por el cuello. Liam apretó la mandíbula, pero antes de poder responder, una voz clara interrumpió la escena.
—Perdón, señor Rothwell —dijo Ariel, asomándose desde la puerta—. Necesitamos a Violeta en el estudio para revisar las pruebas de iluminación.
La mujer pelirroja tenía el temple suficiente como para irrumpir sin titubear en medio de cualquier tormenta familiar.
Liam asintió enseguida, agradecido por la interrupción.
—Claro, Ariel. Enseguida la dejo libre.
Violeta respiró aliviada mientras él se giraba hacia su madre.
—Madre, acompáñame al despacho, por favor