El amanecer de aquel sábado parecía distinto. El cielo sobre Londres tenía un tono de gris azulado que se mezclaba con el dorado de los primeros rayos de sol, y aunque la ciudad seguía dormida, el corazón de Violeta latía con fuerza desde muy temprano.
Era el gran día.
La competencia culinaria organizada por la empresa de Liam había llegado, y junto con ella, una avalancha de nervios, expectativas y una emoción que la desbordaba.
Frente al espejo, observó su reflejo con atención. Su cabello, recogido en una trenza sencilla, dejaba al descubierto sus facciones suaves. Llevaba el uniforme blanco con el logotipo del concurso bordado sobre el pecho, una chaqueta de chef limpia, sin una sola arruga. Por un momento, le costó reconocerse.
No era la enfermera agotada que corría por los pasillos de un hospital ni la chica asustada que había aceptado un matrimonio por contrato. Era una mujer decidida a demostrarse que podía brillar por sí misma.
Atenea la observaba desde el sofá, moviendo la co