El silencio que siguió a sus palabras pareció devorar todo sonido a su alrededor. El bullicio del público, los aplausos por los ganadores, incluso las luces centelleantes del escenario… todo se volvió distante, como si el mundo se hubiera detenido en torno a ellos.
Liam la miró, con los labios entreabiertos y los ojos desbordados de sorpresa. Nunca pensó escuchar su verdadero nombre de los labios de ella. Nunca quiso que ese momento llegara así.
—Violeta… —empezó, pero ella dio un paso atrás.
—No —lo interrumpió, con la voz quebrada—. No te atrevas. No quiero excusas.
Sus manos temblaban, pero su mirada estaba firme, dolida, como si estuviera intentando sostenerse en pie frente a un terremoto.
—Todo este tiempo —continuó—, me mentiste. Me dijiste que no recordabas quién eras, que estabas perdido, que no tenías a nadie…
Liam apretó la mandíbula, incapaz de sostener su mirada por más de un segundo.
—No fue así. No al principio.
—¿Y después? —preguntó ella, dando un paso hacia él—. ¿Desp