Ocho

KYRION

—Cuenta con ello. A cambio, necesito que legalices un cargamento.

—Hecho.

Compartimos otra copa y hablamos de todo menos de ella. Aunque no consigo sacármela de la cabeza. La idea de que quiere dejarme de verdad no sale de mi mente. La culpa de lo que pude haber evitado, tampoco.

Finalizo con Oratio y subo al auto. Estoy lo suficientemente lúcido para conducir, pero no para pensar con claridad. Termino frente a su edificio.

Me bajo sin pensarlo demasiado. Solicito el ascensor; no llevo nada más que mi tono subido de copas para hacer lo que vine a hacer. Me detengo ante la puerta y respiro hondo.

—Es solo una estúpida palabra —me digo, y me río solo por lo ridículo que suena.

Tardo unos segundos antes de reunir el valor y tocar.

La puerta se entreabre.

—Patricio, viniste… —dice con entusiasmo, hasta que me ve. Intenta cerrarme la puerta, pero meto el pie como si fuera un vendedor de biblias.

—Hola —digo, con mi mejor voz de "no estoy celoso, pero en realidad sí". ¿Quién demonios
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