KYRION
—¿Vas a decir que no me extrañas? —le pregunto, sosteniéndole el mentón—. ¿Vas a decirme que me olvidaste en tan pocos meses?
El gesto en su rostro me descoloca.
—Sí, te lo digo, así como ahora tú pretendes que asuma que te importamos.
—Me importas... nuestro hijo... debí darme cuenta antes.
—Ya deja el drama, que la embarazada soy yo —me empuja, pero me niego a soltarla.
Suspira profundo y actúa como si no la estuviera sujetando, mientras yo sigo procesando aún que me haya llamado dramático.
—Vamos a ser claros. Aquí la dramática estás siendo tú. Te fuiste sin tener razones lógicas, me ocultaste a nuestro hijo y ahora finges que me olvidaste.
—¿Fingir? ¿Tu ego no te permite aceptar que dejaste de importarme esa noche en que me tuviste?
Frunzo el ceño y me aparto; su seriedad dice que no está bromeando.
—¿Ahora quieres fingir que no te gustó esa noche?
Se ríe y, con naturalidad, se sienta.
—Fue un intercambio, sexo por dinero, como tú mismo lo insinuaste desde entonces, y no, n