KYRION
—No es para tanto —me dice cuando nota mi molestia.
—Lo sé. Lo dice un ejemplo a seguir, la persona perfecta, la que sabe de dolor solo cuando de ella se trata.
—No es lo que quise decir.
—Lo sé. No te culpo, es como me muestro al mundo. Solo que tú, que la has pasado mal, deberías poder ver más allá de las pantallas. ¿Te has preguntado qué me hizo ser lo que soy? ¿Crees que nací así?
Crecí rodeado de violencia, frialdad, de pérdidas y oscuridad. Puede que no justifique mi ser, pero no puedes evitar volverte parte del entorno en que vives, de quienes te rodean si quieres sobrevivir. Para ti fue una desgracia, para mí, el mundo en que crecí. No te preocupes, no voy a arruinar esto.
Se queda en silencio, sin dejar de mirarme.
—Vamos a necesitar una colchoneta —me las señala y me alejo por ella.
Se acomoda y me pide hacerlo. No era momento de comenzar, pero lo hice. Deslicé mis manos por su vientre.
—Se siente bien —dice de repente—. Gracias por aclarar lo de nuestra situación.
—N