KYRION
—¿Tenemos otra opción?
—No. Al menos hasta que esté seguro de qué hacer y contra quién.
Besa a nuestro hijo y se disculpa por la vida que cree que tendrá.
—Debí ofrecerte una vida mejor. Te mereces una madre mejor.
—No hay nadie mejor que tú para ser su madre, Gema. Te prometo que voy a solucionarlo.
—Esta vez voy a confiar en ti... porque él está en medio. Y si algo pasa, si nos separan, yo no podré sobrevivir. No a esto.
No digo nada. He dicho mucho y hecho poco. Ella sigue esforzándose, pero no consigue que el bebé quede satisfecho.
La doctora ingresa. Dice que debo comprar una fórmula. Por suerte, sus padres llegan antes de que salga. No voy muy lejos, consigo lo que pidieron y regreso de inmediato.
Habla con sus padres. No se queja, pero parece lamentar muchas cosas, y molesta saber que estoy entre esas cosas... aunque no lo dice.
Llamo antes de ingresar. La experiencia de darle a nuestro hijo la leche de fórmula me resulta inigualable. El modo en que se estira, sus gestos