No pasó mucho tiempo después de enviar el mensaje cuando Kathie escuchó el timbre. Se sobresaltó. No esperaba que Noah llegara tan rápido. Ni siquiera le había dado la dirección.
Pero claro… él la conocía. Más de lo que ella estaba dispuesta a admitir.
Abrió la puerta. Noah estaba allí, con la camisa sin corbata, las mangas dobladas y la mirada más directa que jamás le había dirigido. No sonrió. Solo la miró. Como si llevara años esperando estar frente a ella así, sin pretextos ni intermediarios.
—Perdón por venir sin preguntar —dijo con voz baja, áspera, como si cada palabra le costará—. Pero no quería que cambiaras de opinió