Brian no pudo contener la rabia que lo carcomía; era como si algo oscuro se apoderara de él. Sin pensarlo, se abalanzó sobre Sofía, sujetándola por los brazos y empujándola con tanta fuerza que cayó de espaldas al suelo. Él se arrodilló sobre ella, inmovilizándola con todo el peso de su cuerpo. Sus manos fueron a su rostro, presionando sus mejillas con brutalidad mientras su mirada, cargada de odio, la taladraba.
Sofía apenas podía respirar. No entendía por qué Brian había perdido la razón de ese modo, cuando el divorcio era justamente lo que él siempre había deseado.
Sus ojos, oscuros y profundos, la miraban con una intensidad aterradora que la hizo sentir aturdida. Intentó luchar, pero sus extremidades estaban rígidas; la presión sobre su pecho era tan fuerte que sintió que en cualquier momento sus costillas se quebrarían.
Brian jadeaba mientras la sujetaba con más fuerza. Lo que más odiaba en su vida era la traición. Aunque Sofía no fuera la mujer que amaba, no tenía derecho