El apartamento de Mateo estaba a oscuras.
No era solo la oscuridad de la noche; era una oscuridad intencional, pesada, con las cortinas corridas bloqueando cualquier atisbo de la ciudad. El meticuloso orden que Adrián había intentado imponer el día anterior se había borrado, consumido por la atmósfera sombría que el propio Mateo causaba.
Estaba hundido en el sofá, con una botella de whisky medio vacía en la mano. No se molestaba con un vaso. Bebía directamente de la botella, el líquido ámbar quemándole la garganta.
Su teléfono vibró sobre la mesa de centro, su pantalla iluminando grotescamente las botellas vacías y los restos de comida.
Lo miró por encima de la mesa. "Madre".
Soltó un suspiro pesado, un gruñido de pura fatiga existencial, y se dejó caer de nuevo en los cojines del sofá, ignorándolo.
Unos segundos después, el teléfono volvió a vibrar. El zumbido era irritante.
Esta vez, "Hermana".
Volvió a dejar el teléfono donde estaba, fastidiado.
Quiso ver algo de televisión. Cualqu