La iluminación ámbar del Lounge de "Altamira Bay" bañaba la barra de mármol negro, creando una atmósfera de intimidad costosa. El murmullo de las conversaciones y el tintineo de las copas formaban una cortina de sonido bajo la música chill-out.
La Hostess los dejó instalados en dos taburetes altos de terciopelo. Casi al instante, el bartender, un hombre con chaleco y mangas de camisa arremangadas con precisión, los saludó con una inclinación de cabeza.
—Buenas noches. ¿Qué les puedo ofrecer para comenzar?
Yago ni siquiera miró la carta de cócteles de autor. Su mente estaba clara y su propósito esa noche requería sobriedad absoluta.
—Una margarita de mango, por favor. —Hizo una pausa breve y añadió con claridad—: Sin alcohol.
Nant, sentada a su lado, sintió un alivio silencioso.
—Para mí una piña colada, igual, sin alcohol, por favor —pidió ella.
El bartender no parpadeó. Preparó las bebidas con la misma teatralidad que si tuvieran el licor más caro. Cuando deslizó las copas sobre la b