Mientras Yago, Ludwig y Theresia se enfrascaban en la tensa junta de emergencia de CIRSA en Lomas de Angelópolis, Puebla, luchando por la supervivencia financiera del imperio familiar, a solo unos kilómetros de distancia, en la casa de Nant, se libraba una batalla distinta, pero no menos devastadora. El eco de las voces de sus padres, Clara y Daniel, se filtraba por las paredes hasta la habitación de Nant, donde ella y su hermana menor, Emilia, intentaban hallar un refugio, aunque frágil.Clara, la madre de Nant, era una mujer de unos cuarenta y tantos años, con un aire que una vez fue digno y profesional, pero que ahora se veía ensombrecido por la amargura y el cansancio. Su cabello castaño oscuro, cortado con un estilo práctico, enmarcaba un rostro donde las líneas de preocupación se habían profundizado. Trabajaba en el Ayuntamiento de Puebla, lo que le había otorgado una independencia y un sentido de propósito que a menudo chocaba con la visión más tradicional de su esposo. Por otr
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