Alec se despidió de Miranda con un beso en la frente y salió de la habitación, dejando atrás el sonido rítmico de los monitores para enfrentarse a la realidad clínica. Se dirigió directamente al consultorio del doctor Julián Jones, quien lo recibió revisando unas radiografías en la pantalla iluminada.
—Doctor —dijo Alec, sin rodeos—, necesito tener una estimación clara. ¿Cuándo podrá mi esposa irse a casa?
El doctor Jones se quitó las gafas y se frotó el puente de la nariz, sopesando la respuesta.
—Es una duda comprensible, señor Radcliffe. Pero no se preocupe, ella podrá irse a casa tan pronto sea apta para recibir el alta sin riesgos. Dadas las fracturas y la necesidad de monitorear la conmoción cerebral, creo que podría ser alrededor de un mes, más o menos.
Alec asintió, procesando la información. Un mes.
—Preferimos que se quede aquí —continuó el médico—. Dependiendo de cómo evolucione su estado neurológico y la movilidad de su brazo, podremos reevaluar. Pero la recuperación en