Con el ambiente relajado tras la cena, Miranda se sintió inspirada. Ver la alegría de Edward por ir a la escuela le dio una idea para consolidar ese sentimiento.
—Deberíamos celebrarlo —propuso ella de repente, rompiendo el silencio cómodo—. Mañana el día promete ser cálido y soleado. ¿Qué les parece si hacemos un picnic? Podríamos ir al jardín grande o a algún parque tranquilo. Sería una buena despedida de las vacaciones antes de que empiecen las clases.
Alec la miró, sorprendido. No esperaba que Miranda estuviera dispuesta a involucrarse tanto en la vida de Edward, y mucho menos que propusiera actividades familiares por iniciativa propia. Lejos de parecer incómoda o forzada, su propuesta sonaba genuina.
En el fondo, eso lo ponía contento. Una calidez desconocida se instaló en su pecho.
—Me parece una idea estupenda —respondió Alec, sonriendo—. Edward, ¿te gustaría?
—¡Sí! ¡Picnic! —gritó el niño, levantando los brazos.
Todo quedó pactado para el día siguiente. Parecía qu