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Miranda se levantó con sumo cuidado de la silla, asegurándose de no despertar a Edward. Se acercó a Alec para hablar en un susurro. Le explicó todo tal cual había sucedido; cómo Edward se había caído cerca de las rocas mientras jugaba, que se había lastimado la rodilla y cómo ella lo había llevado a la enfermería del resort para que lo atendieran.

Alec la escuchó, pero su expresión no era de alivio. De repente, su preocupación se transformó en recriminación.

—¿Y lo perdiste de vista? ¡Te dije que te quedaras con él! ¿Por qué no fuiste más cuidadosa? ¡Esto no habría pasado si hubieras estado vigilándolo apropiadamente! —le recriminó Alec, su voz baja pero cargada de culpa, como si el accidente fuera enteramente responsabilidad de ella.

Miranda se quedó verdaderamente impactada por la injusticia de sus palabras. ¿Después de todo lo que había hecho, él la culpaba?

—O sea, ¿te estás fijando en eso? —le espetó ella, señalando la lógica defectuosa de su reclamo—. Por supuesto que yo sí estu
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