—Otra vez ese mareo.
—¿Y por qué no quieres ir al doctor?
¡Deberías ir y revisarte! No me digas que estás pensando otra vez en el trabajo en primer lugar —lo reprendió Elizabeth, la preocupación dominaba su tono de voz.
—Así es, mamá —admitió Alec, enderezándose a pesar del dolor—. Tengo muchos proyectos importantes, y más ahora, este hotel. Es un proyecto demasiado fuerte, es demasiado importante para mí. No puedo darme el lujo de ir al doctor. Estoy seguro de que si tengo algo, entonces me voy a enfocar en eso y voy a perder el tiempo.
Elizabeth resopló.
—No puedes estar hablando así cuando se trata de tu salud. ¡La salud debería ir primero que el trabajo, hijo! Te he inculcado valores fuertes y una educación que va más allá de solo acumular proyectos. ¿Por eso llamaste? ¿Para decirme que no puedes perder el tiempo yendo al doctor?
Alec sintió un nudo de irritación. Su madre, incluso preocupada, siempre encontraba la manera de sermonearlo.
—Mamá...
—Entonces, ¿cuál es la razón por