Alec y Zamir habían dejado de hablar de las amenazas anónimas, el tema era demasiado pesado para ser digerido a media mañana. De repente, la pantalla del portátil de Alec se iluminó con una notificación de correo electrónico.
El hombre levantó la cabeza y frunció el ceño mientras leía el contenido.
—¿Qué has recibido? —cuestionó Zamir, curioso, al ver la expresión de Alec.
Alec resopló y cerró la tapa del portátil con un golpe seco.
—Es una invitación. Un evento importante, una gala de beneficencia organizada por un grupo influyente. Se trata de una de esas cenas a las que "debo" asistir por imagen —explicó, desinteresado—. Probablemente deba ir, no puedo dar la espalda a estas cosas... pero no me siento en condiciones.
—¿Y por qué no podrías ir? —lo presionó Zamir—. Además, creo que sería bueno que respires otros aires, Alec. El trabajo es bueno, pero si solo te encierras, esta culpa te va a consumir.
Alec se debatía internamente, sin querer salir de la burbuja de la mansión que, a p