Miranda sacudió la cabeza, obligándose a desalojar los pensamientos tontos que la asaltaban. No podía seguir rumiando en esa idea absurda de que su vida se había convertido en una historia de amor falsa, sin un final feliz. No quería sentirse agobiada por el torbellino emocional. En cambio, decidió concentrarse en el placer simple de un café cálido en la compañía de su amiga Vera, quien la había invitado a una cafetería tranquila y luminosa esa mañana.
—Miranda —dijo Vera, sonriéndole mientras tomaba un sorbo de su taza—, estoy tan alegre de ver que has mejorado cada día más. Ya estás casi recuperada por completo de las lesiones. Pero supongo que todavía te sientes agotada, ¿no es así?
Miranda se apoyó en el respaldo de la silla.
—Debo admitir que ha sido difícil. Me siento cansada algunas veces y me duele parte del cuerpo, pero supongo que es normal. Ahora también debo recordar que estoy embarazada y eso también tiene mucho que ver con el cansancio que tengo —admitió con una sonrisa