El extraño arrogante
—No eres lo suficientemente importante como para saber lo que hay dentro —dijo Jaden fríamente, apretando la muñeca de Xavier con fuerza, como si fuera una tenaza —. Ve a buscar a Agatha Thornfell, este regalo es para ella.

Xavier apretó los dientes, y las venas de su cuello se volvieron prominentes mientras trataba de liberarse, pero no podía conseguirlo, pues era como intentar mover una montaña.

"¿Qué demonios es esta fuerza? Es como si su mano estuviera forjada de hierro.” Pensó Xavier.

Con un último apretón, Jaden lo soltó y Xavier se tambaleó hacia atrás, estrellándose contra una mesa, y rompiéndola en pedazos cuando cayó al suelo.

Arriba, en el salón VIP, Derek Thornfell se inclinó sobre el barandal, mirando con desagrado la conmoción. El anciano Dusk, silencioso y sereno, estaba a su lado, con su barba plateada reflejando la luz.

—¿Quién es ese bastardo? —gruñó Derek —¿Cómo se atreve a arruinar mi fiesta de compromiso de esta forma?

El anciano Dusk, imperturbable, tomó un sorbo de su café y comentó: —Es una mosca zumbando en el lugar equivocado. Si la seguridad falla, lo aplastaré yo mismo.

Derek sonrió de manera burlona, ya que con el anciano Dusk a su lado, se sentía invencible.

Abajo, Xavier gemía de dolor mientras los guardias se apresuraban a ayudarlo.

—¿Está bien, señor? —preguntó uno.

—Olvídenme, idiotas —gruñó Xavier —¡Acaben con ese bastardo!

Acto seguido, una docena de guardias, con bastones en la mano, se abalanzó hacia Jaden, pero justo antes de que llegaran a él, una voz cortó la tensión.

—Deténganse.

Una mujer se hizo visible, era alta, con una figura atractiva e iba vestida con un vestido rojo ajustado que no dejaba nada a la imaginación. Cada paso que daba era lento, calculado y seductor. Era la señora Mary, directora de relaciones públicas del prestigioso Hotel White, conocida tanto por su aspecto como por su habilidad para calmar a los clientes VIP indisciplinados.

—Señora Mary —murmuró Xavier, levantándose tembloroso.

Ella lo ignoró, se giró hacia Jaden, y mostrando una sonrisa ensayada, le dijo: — Buenas noches, señor, yo soy la señora Mary. Entiendo que ha habido alguna... confusión. ¿Puede decirme qué sucede?

Sin embargo, Jaden ni siquiera la miró dos veces, solo dijo: —Quiero ver a Agatha, traje un regalo para ella.

—La señora Agatha no está disponible en este momento, pero puede contarme de qué se trata y me aseguraré de que llegue a ellla.

Su voz era dulce como la miel, y mientras hablaba, con delicadeza, extendió la mano hacia la urna como si fuera a recoger una flor, pero de un momento a otro, su cuerpo dio una vuelta en el aire y se estrelló contra el suelo, haciendo que el golpe provocara un sonido seco.

—No toques eso —dijo Jaden secamente —, ni siquiera tú eres digna de hacerlo.

Luego se produjo un silencio absoluto y la seductora sonrisa de Mary desapareció de su rostro, dándole paso a una expresión de pura indignación.

—¿Tú... me has golpeado? —jadeó, tambaleándose para ponerse de pie —¿Sabes quién soy?

Antes de que Jaden pudiera responder, un hombre corpulento entró furioso y su panza redonda se balanceaba con cada paso, mientras que su frente estaba cubierta de sudor, y su voz era lo suficientemente alta como para hacer temblar las ventanas.

—Mary, ¿qué pasó? ¿Estás bien?

Era Alex, el gerente del hotel, el cual era de baja estatura pero de mal genio, y estaba desesperadamente obsesionado con Mary.

—Él me ha golpeado —dijo Mary, con falsas lágrimas formándose en sus ojos —. Este lunático se atrevió a ponerme las manos encima.

Al escuchar eso, la cara de Alex se puso roja por la ira y se giró hacia los guardias.

—¡Idiotas! ¿Solo se quedaron ahí mirando?

Alex le dio una bofetada a Xavier y cuestionó furioso: —¿Para qué diablos te estoy pagando?

—L... lo siento, señor...

—¡No quiero tus disculpas! ¡Quiero resultados! ¡Saca a este bastardo de aquí!

Alex señaló a Jaden con un dedo tembloroso y le exigió: —Tú, arrodíllate y pídele disculpas a la señora Mary. Hazlo ahora, o me aseguraré de que no salgas de este hotel en una sola pieza.

Pero Jaden ni siquiera se inmutó, en cambio, con una mirada distante, comenzó a mover ligeramente su copa de vino, mientras que en su mente, recordaba el pasado: su hermana pequeña corriendo por aquellos pasillos con su risa resonando en las paredes, y su madre canturreando mientras decoraba la sala de estar. Ese había sido su hogar... hasta que Agatha lo destruyó todo.

—Te estoy hablando, imbécil —gritó Alex, acercándose más —¿Acaso eres sordo?

Jaden lo ignoró y bebió su vino, logrando que la furia de Alex se desatara y que este ordenara: —¡Acaben con él!

Después de eso, los guardias se abalanzaron hacia adelante.
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