Frente a la imponente fachada de cristal de la sede del Grupo Gravesend, Jaden se detuvo cerca de la entrada. Las luces de la ciudad bailaban sobre los espejos del edificio.
—Aquí te bajas —dijo Jaden con tono seco, soltándole el brazo a la chica—. Hasta aquí llego yo.
Su expresión era indescifrable, como siempre, mientras sus ojos agudos barrían el lujoso entorno. La joven reaccionó rápido y lo tomó de la muñeca con fuerza.
—No. Por favor, ven conmigo.
Jaden alzó una ceja ante ese repentino atrevimiento.
—Me salvaste la vida —continuó ella. Su voz ya sonaba firme y recuperaba la confianza en su postura—. No voy a dejar que un hombre como tú se vaya sin recibir el agradecimiento adecuado. Mi papá... va a querer verte en persona.
Jaden la estudió con atención: el cambio en su actitud, la forma en que sus ojos escondían cierto cálculo bajo la gratitud.
—¿Y quién es tu papá? —preguntó él.
Se alisó el vestido, quitándose el polvo y las hojas secas.
—Oscar Black. El segundo mayor accionista