“¿Qué demonios trama este imbécil...?”, murmuró Vincent, con su expresión seria mientras miraba la pantalla de su celular; la llamada seguía sin conectar. Apretó la mandíbula y las venas de su sien se hincharon. Al notar el destello de pánico que cruzó la cara de Williams Gravesend, Vincent compuso su expresión.
—No se preocupe, señor. Seguro se le acabó la batería, nada más —dijo Vincent forzando la calma, aunque cerraba el puño con tanta fuerza que le dolían las articulaciones.
Antes de que Williams pudiera responder, las pesadas puertas de la suite ejecutiva se deslizaron. La habitación quedó sumida en un silencio.
—¡Papá! —llamó una voz clara.
Las miradas de todos se clavaron en la entrada cuando Fate, viva, ilesa y radiante, corrió hacia adentro y se lanzó a los brazos de Oscar Black.
Los ojos de Vincent se desorbitaron, sus pupilas temblaban de incredulidad. “Imposible...”, pensó, mientras su sudor le perlaba la frente y su voz salía apenas como un susurro. El rostro de Williams