Capítulo Setenta y Cuatro. Entre el amor y la sombra
El espíritu oscuro se irguió sobre Kael como un presagio viviente.
Su forma era humo y garras, un vacío que devoraba incluso la luz de la Luna.
Kael, exhausto, apenas tuvo tiempo de alzar los brazos.
El rugido de la bestia retumbó en las paredes, quebrando piedras y haciendo temblar el aire.
—¡Kael! —gritó Lyra, el terror latiendo en cada sílaba.
Rowan se transformó en su lobo negro, el verdadero Rey Alfa.
Saltó frente a su hermano, interponiéndose sin dudar.
El espíritu embistió.
El impacto sacudió la sala. La piedra se astilló bajo sus patas, y el polvo oscureció todo.
Cuando se disipó, Rowan estaba de pie, sangrando por el costado… pero firme.
Kael lo miró, incrédulo.
—¿Por qué…? —balbuceó, con la voz rota.
Rowan, jadeando, le respondió con apenas un hilo de voz:
—Porque aunque me odies… sigo siendo tu hermano.
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