Capítulo Setenta y Tres. Las cenizas de lo que arde.
El eco del juramento de Kael todavía flotaba en el aire cuando Lyra sintió el peso de tantas miradas sobre ellos.
El salón destruido, el suelo cuarteado por garras y magia, los muros que habían presenciado siglos de historia… todo parecía contener la respiración.
Rowan, aún sangrando, se mantuvo en pie. Su pecho subía y bajaba con dificultad, pero su mirada estaba firme.
Por primera vez, la manada veía algo que no se construye con coronas ni rituales: un Alfa nacido del dolor, no de la imposición.
Y todos, uno a uno, bajaron la cabeza.
— — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — —
Kael, a su lado, no apartó la vista de su hermano.
Su voz estaba rota, pero había una serenidad que antes no tenía.
—No sé si podré perdonarme lo que casi hago —dijo, respirando hondo—. Pero si tengo que seguir… que sea como tu beta. Y como