Capítulo Cincuenta. Buscando respuestas.
Kael no durmió.
Después de la charla con Solene y Ewan, volvió a su habitación, pero la oscuridad no le ofreció descanso. Solo preguntas. Y el silencio incómodo de su propia alma.
¿Quién era él ahora?
Un Alfa sin Luna. Un Rey sin reino. Un hombre dividido entre dos pasados y un presente que se deshacía como cenizas entre los dedos.
Cuando amaneció, se dirigió al bosque.
Allí, entre los árboles, el mundo aún olía a verdad. La humedad del suelo, el crujir de las ramas, el canto lejano de los pájaros... todo era real. Más real que la mirada vacía de Lyra. Más real que los recuerdos que no sabía si eran suyos o de alguien que alguna vez amó.
Al llegar al claro del río, se detuvo frente al agua helada. Se quitó la camisa. Se arrodilló. Metió los brazos hasta los codos.
Y gritó.
Un grito salvaje. Un lamento de hombre lobo, mitad dolor, mitad rabia.
El eco respondió desde algún rincón de la montaña, como si los dioses quisieran recordarle que seguía v