Capítulo Cuarenta y dos. Lo que el destino no perdona.
La noticia se propagó como humo venenoso: Serena estaba viva. Lyra era su nuevo nombre. Y ella era la verdadera Luna destinada del Rey Alfa Kael.
Para unos, fue una bendición enviada por la diosa. Para otros, una amenaza al equilibrio que creían ya restaurado. Para Rowan, fue un corte limpio y silencioso que le desgarró el alma de forma brutal.
Desde lo alto de la muralla sur, con la mirada fija en los bosques grises que bordeaban el reino, Rowan recordaba cada instante en que Lyra lo había mirado con ternura, con intriga, con miedo y sobre todo con enfado. Cada roce casual. Cada enfrentamiento o desafío. Cada risa compartida.
Ahora todo eso tenía una fecha de vencimiento.
Una mentira, sin que nadie la hubiera dicho.
Una verdad que borraba todo lo que había soñado construir.
—No lo sabías —dijo una voz detrás de él.
Era Ewan.
Rowan no se giró. Su mandíbula estaba tensa, los ojos encendidos.
—¿Debería haberlo sabido? ¿Me estás dici