Capítulo veintisiete. Todo lo que sé
Rowan se desvaneció entre las sombras con la misma sutileza con la que había llegado. Desde el balcón, Lyra lo siguió con la mirada, el corazón todavía agitado por la intensidad de sus palabras. El aire estaba impregnado del perfume del jardín nocturno, pero también del eco de una promesa oscura.
Cuando se giró para regresar a su habitación, se encontró de frente con Kael.
—¿Qué hacías aquí? —preguntó él, con la voz baja, contenida, pero tensa.
Lyra se sorprendió. No lo había oído llegar. Tenía las mangas de la camisa arremangadas y el cabello revuelto, como si hubiera salido en medio de la noche sin pensarlo demasiado.
—No podía dormir —dijo ella con sinceridad, bajando la mirada hacia sus pies descalzos—. Y tú tampoco, al parecer.
Kael no respondió de inmediato. Sus ojos se desviaron hacia el balcón, como si pudiera percibir que alguien más había estado allí. Su ceño se frunció levemente, y cuando volvió a mirar a Lyra, sus pupilas tenían un bri