Capítulo 45 —La sudedera gris
Narrador:
El portón de la mansión se abrió apenas los detectaron por las cámaras. El guardia de turno, empapado también por la tormenta, salió del puesto para ver mejor.
Cuando vio a Mateo cubierto de barro y a Dinorah con el cabello pegado al rostro, jadeando todavía, sus ojos se abrieron como platos.
—Señor, no sabíamos que estaba fuera, ¿qué…?
—Nada —gruñó Mateo, pasando de largo —No pasó nada.
El guardia los vio entrar con la misma expresión que tendría cualquiera que presencia un incendio que se niegan a admitir.
Dinorah caminaba rígida, temblando de frío, intentando ignorar el barro resbalándole por la nuca. Se acomodó la sudadera con dignidad.
—Voy a mi cuarto —murmuró sin mirarlo.
Mateo la agarró del antebrazo antes de que diera dos pasos. Su mano estaba fría, firme, absoluta. Ella se quedó quieta.
—Estás herida —dijo él, bajando la mirada al raspón de su brazo —Déjame ver.
—Mateo, estoy bien —susurró, sin atreverse a hacer demasiada fuerza para