Capítulo 43 —Lo que Diego necesitaba
Narrador:
La risa terminó por apagarse poco a poco, como si ambos recordaran al mismo tiempo dónde estaban y quiénes eran. Leonardo se estiró en la silla, dejó la botella a un costado y volvió a ponerse serio.
—Bueno, hermano —dijo —yo tengo que coordinar el envío antes de que caiga la tarde. ¿Te quedas más rato?
Mateo negó.
—No. Tengo que volver.
Leonardo lo miró un segundo más, afinando el gesto.
—Al norte… ¿o a verla?
Mateo no respondió. Pero la forma en la que apretó la mandíbula fue suficiente. Leonardo sonrió apenas, sin burla, sin maldad. Solo reconociendo un hecho que para él era evidente.
—Esa mujer… se ve que te tiene un poco loco —murmuró.
Mateo apoyó la botella vacía sobre la mesa.
—Y tú siempre metiéndote donde no te llaman.
—Querido Mateo, —dijo Leonardo encogiéndose de hombros —soy Leonardo, te vi crecer, no puedo evitarlo.
Se abrazaron rápido, de esos abrazos cortos pero con fuerza, y Leonardo salió primero, desapareciendo por el pas