Capítulo 58
El helicóptero había aterrizado hacía unas horas, pero el plan de aproximación fue minuciosamente discutido entre Alexander, el delegado y el equipo de la policía local.
Decidieron descender a unos dos kilómetros de la cabaña. Y desde allí siguieron a pie, silenciosos como sombras, calzando botas apropiadas para la nieve espesa y portando linternas de luz roja, para no llamar la atención. El frío cortaba la piel, pero la adrenalina de Alexander le impedía sentir cualquier cosa más allá de la rabia y el miedo por Isadora.
— ¿Ven aquella luz allá? —susurró el delegado, señalando entre los árboles.
Alexander asintió. Sus ojos estaban fijos, como los de un depredador al acecho. El lugar estaba rodeado por un denso bosque, la cabaña se escondía detrás de árboles altos y cubiertos de hielo. La estrategia era clara: dividir el grupo en dos. Mientras una parte daba la vuelta para sorprender por el lateral, Alexander y el delegado irían por detrás, por la entrada menos visible, con