—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto con la voz baja, pero dura—. ¿De qué estás hablando, Arielle? —agrego viéndola a los ojos, tratando de ver algo que me indique que no es lo que pienso.
Ella me sostiene la mirada, y ahí está todo. No necesita alzar la voz. Sus ojos ya gritan.
—De nosotros. De todo. Quiero que lo que sea que tenemos… se acabe —musita señalándonos a ambos.
Mis cejas se fruncen. Doy un paso hacia ella sin pensar. El pecho se me comprime.
—¿Cómo que lo que sea? —escupo las palabras, incrédulo, indignado por la forma en que se está refiriendo a lo nuestro—. ¿Eso crees que es esto? ¿"Lo que sea"? —preguntó apretando la mandíbula, ella asiente.
—Sí —responde rápido, sin vacilar—. Lo que sea. Porque ni siquiera tiene un maldito nombre. Esto… esto no tiene forma. No tiene lugar. Y me cuesta creer que tiene futuro. Solo es una maldita mentira que jamás debió suceder —expone con la voz dura.
Aprieto los puños. Me esfuerzo por respirar.
—Estoy harta, Cassian —continú