[Semanas después]
—Son un niño y una niña.
La voz del médico flota en el aire como si hubiera recitado un secreto sagrado. Parpadeo. Mi corazón late tan rápido que siento que se me va a salir por la garganta. Giro la cabeza hacia Cassian, que está de pie a mi lado, con la mirada fija en el monitor donde se mueven las siluetas borrosas de nuestros bebés.
—Un niño y una niña —repito sin poder creerlo.
—¿Estás seguro? — susurra Cassian, como si temiera que decirlo en voz alta pudiera romper el momento.
El doctor sonríe mientras mueve suavemente el transductor sobre mi vientre.
—Tiene doce semanas, es más fácil diferenciar si la posición es favorable. Y en este caso… lo es. Todo está perfecto, señor Harrington.
Cassian deja escapar una risa ronca, en sus ojos se muestra la emoción contenida y orgullo masculino. Me toma la mano. Sus dedos tiemblan un poco. Lo miro, y por un instante veo en sus ojos algo que rara vez muestra: ternura pura. Casi infantil.
—Un niño y una niña —dice en voz baj