Samantha se despertó temprano al día siguiente, aunque su cuerpo estaba agotado, su mente seguía despierta, reviviendo las palabras de Alexander. Cada vez que cerraba los ojos, su rostro aparecía frente a ella, calculador, dominante, como si la estuviera evaluando constantemente. Y esa mirada, esa sensación de ser observada en todo momento, la estaba desgastando. El encuentro en su casa la había dejado con más preguntas que respuestas, y la incertidumbre sobre lo que realmente estaba ocurriendo la atormentaba.
Se levantó de la cama, se miró en el espejo y vio a una mujer que ya no reconocía del todo. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Una simple secretaria en una de las empresas más poderosas del mundo, ahora inmersa en un juego peligroso. Todo parecía una ilusión, una fantasía que se estaba desmoronando lentamente, y ella era incapaz de detenerlo.
Con un suspiro, se alistó para el día. Se vistió con un conjunto profesional, pero algo en su postura denotaba incomodidad. El ajuste perfect