El viento cortante de la noche soplaba fuerte, moviendo las hojas de los árboles y creando un crujido distante que parecía no tener fin. La luz tenue de las farolas lanzaba sombras largas sobre el suelo, mientras el paso de los tres se mantenía firme y decidido, aunque cargado de incertidumbre. Alexander, Samantha y el camarero caminaban en silencio, sin atreverse a romper la tensión que había comenzado a formar una barrera invisible entre ellos. El destino que los esperaba parecía inminente, pero al mismo tiempo, desconcertante.
El camarero caminaba ligeramente por delante, guiándolos hacia una dirección que ni Alexander ni Samantha reconocían. La ciudad parecía vacía a su alrededor, como si todo se hubiera detenido para darles espacio a ellos tres, como si el mundo estuviera esperando el desenlace de una historia que había comenzado mucho antes de que llegaran allí.
-¿Qué tan lejos está este refugio? -preguntó Alexander, su voz grave pero controlada. Aunque su mente estaba llena de