Punto de Vista de Fernando
A decir verdad, las palabras sonaban mucho mejor en mi cabeza cuando las pensé.
Planear la conversación perfecta era una cosa; decirla en voz alta, otra muy distinta. Solana me miraba con los ojos entrecerrados, expectante. Llevaba tiempo buscando la manera de cumplir el trato de Nicolás, porque conocía a mi hermano: cuando hablaba en serio, hablaba en serio.
Tenía que soltar a Solana, aunque fuera temporalmente. Las obsesiones de Nicolás ardían intensas y breves, luego se desvanecían. Él seguiría adelante, yo recuperaría a Solana, y Dalila volvería a ser mía. Era un plan perfecto.
Pero no podía hacerlo, simplemente no podía.
Solo de imaginar a Solana alejándose de mí, sin sus conversaciones, sin sus mensajes burlones, sin esa mirada que me hacía sentir que aún valía la pena, se me cortó la respiración. Durante años había sido mi única amiga real, mi constante, lo único con sentido en mi vida. Si la perdía, ¿qué me quedaba?
—¿Disculpa? —dijo ella.
Este era e