Contuve la respiración. No de sorpresa, sino de incredulidad de que realmente hubiera dicho eso en voz alta. ¿Quién se cree que es esta mujer?
Nicolás se interpuso delante de mí.
—Ya está. Necesitas irte. Y deja las llaves sobre la mesa antes de hacerlo.
—¿Por qué tengo que irme? —dijo ella—. Ella debería ser quien se vaya.
—Acabas de admitir que le pagaste a un investigador privado para que la investigara, y luego la acusaste de conspirar con mi hermano para manipularme. Ya he escuchado suficiente. Probablemente te está costando procesar esto, así que te doy hasta el final de la semana para que arregles tus asuntos. Y después firmarás esos papeles. Sé que aún los tienes.
—No, Nicolás. No los voy a firmar. Su estúpida mejor amiga me tendió una trampa por robo en tiendas. Y siento como si alguien me estuviera siguiendo últimamente. No eres el único afectado por lo que sea que esté pasando aquí. Y como no estás viendo el patrón, entonces seré tus ojos. Ellos están tramando algo.
Casi me