Me acerqué rápidamente a ella y la rodeé con mis brazos. Estaba más delgada de lo que recordaba, pero su presencia seguía siendo igual de sólida. El aroma familiar de su perfume —gardenia con algo amaderado— inundó mis sentidos.
—Ay, ay, con cuidado, niña —dijo riéndose—. La abuela ya no es tan fuerte como cuando te lanzabas encima de ella.
La solté con una sonrisa tímida.
—¿De verdad eres tú?
—¿Qué? ¿Se te está empeorando la vista?
—Para nada. Mis ojos están perfectos.
Sonrió con picardía y luego miró más allá de mí.
—Ya veo que sí. ¿Y quién es este joven tan guapo?
Volteé a ver. Nicolás estaba parado junto a la entrada de la boutique, luciendo demasiado inocente para alguien que acababa de comprar miles de dólares en ropa como si hubiera estado comprando pan y leche, no ropa carísima.
Tomé el brazo de la abuela y la guié hacia él.
—Abuela, él es Nicolás, mi novio. Nicolás, ella es mi abuela, June Mercer.
Nicolás pasó todas las bolsas a una mano y extendió la otra.
—Mucho gusto conoce